“Deberíamos servir a la naturaleza y no contrariarla; ella es la maestra”.
Los restos de un accidente ocurrido frente a la bahía habanera en el año en que comenzó la última gesta independentista (1895) se han convertido en escuela práctica de la arqueología submarina cubana.La vida del Aviso Sánchez Barcaíztegui (barco de guerra ligero que servía para misiones de enlace entre las escuadras) terminó el 18 de septiembre de 1895, a las 11 de la noche, con un lamentable accidente.En el momento en que el navío con función de crucero salía de la rada, quiso la casualidad que a un fogonero se le trabara el brazo con la correa de transmisión del dinamo.Aquello provocó que el desdichado marino fuera lanzado violentamente contra el techo, saltara la correa y el barco quedara totalmente a oscuras.
En el momento en que el navío con función de crucero salía de la rada, quiso la casualidad que a un fogonero se le trabara el brazo con la correa de transmisión del dinamo.
Aquello provocó que el desdichado marino fuera lanzado violentamente contra el techo, saltara la correa y el barco quedara totalmente a oscuras.
En ese mismo instante arribaba a la rada habanera el vapor mercante Mortera; y su navegante, por alguna razón, no interpretó las señales sonoras emitidas por el Aviso.
La colisión se tornó inevitable, el Mortera embistió al Barcaíztegui por la amura de babor (lado o costado izquierdo de la embarcación donde el casco empieza a estrecharse para formar la proa).
Una explosión de la caldera pudo haber provocado el colapso de sus cámaras estancas, haciéndolo vulnerable.
El Mortera maniobró para intentar demorar el hundimiento, empujando al Aviso hacia la orilla donde se erige la Fortaleza del Morro, pero por sus propias averías amenazaba con hundirse también, por lo que dio máquina atrás para despegarse.
Con esto se generó una gran succión de agua y provocó que el Aviso se hundiera rápidamente, creando un gran remolino y arrastrando a los botes que se encontraban cerca, con personas abordo rescatadas del mar.
Como consecuencia del accidente, de una tripulación compuesta por 150 hombres perdieron la vida 31 de ellos, ahogados o comidos por tiburones, que en aquella época infestaban la bahía.
Entre los fallecidos se encontraban el contralmirante Manuel Delgado y Parejo, recién nombrado ese mismo año, comandante de marina del Apostadero Naval de La Habana, consejero Supremo de Guerra y vocal de la Junta Codificadora de la Armada española.
Para los independentistas cubanos, el siniestro fue lamentable desde el punto de vista de la pérdida de vidas humanas, pero en el sentido militar no era una mala noticia, todo lo contrario.
Quedaba fuera de servicio un buque artillado con tres cañones (un Parrot de 13 y dos Krupp de 8 centímetros) que contaba además con una ametralladora Maxim Nordenfelt con proyectiles de 11 milímetros, instalada en el primero de los siete botes de remos que tenía a bordo.
Y es que este Aviso en función de crucero era utilizado por la armada española para perseguir y hundir las expediciones organizadas con gran sacrificio por los emigrados para hacer llegar suministros a los patriotas que luchaban en la isla contra el colonialismo español.
Otro de los episodios de mayor interés en la historia de este aviso estuvo relacionado con la llegada a Cuba el día 8 de mayo de 1893, a bordo del trasatlántico Reina María Cristina, de la infanta Maria Eulalia Francisca de Asís, hija de la Reina Regente Isabel II.
Con respecto a su llegada a La Habana, Eulalia Borbón escribe a la Reina:
Mi querida mamá:
“Hemos hecho aquí una entrada triunfal. Los temores que se habían dejado oír relacionados con el recibimiento que nos reservaba en la capital de la isla de Cuba, no eran bien fundados porque su pesimismo ha sido desmentido por la realidad.
“El crucero Sánchez Barcaíztegui ha salido a nuestro encuentro hasta el límite de las aguas jurisdiccionales, con dos mercantes y dos remolcadores, todos empavesados, para darnos escolta.
“Al llegar al costado del ”Reina Maria Cristina”, el crucero ha saludado el estandarte real con veintiún cañonazos”. (Cartas a Isabel II de Eulalia Borbón).
Al día siguiente de su llegada, el 9 de mayo a las tres de la tarde, la llevaron a visitar dos barcos de guerra: el alemán Greisenau y el Sánchez Barcaíztegui.
El Aviso Sánchez Barcaíztegui, fue construido por encargo a Francia, para la Real Armada Española, y a pesar de tratarse de una nave de guerra, contaba con un lujo y confort desmedido.
En marzo de 1878, fue transferido hacia la isla de Cuba con su gemelo Jorge Juan y asignados ambos al Apostadero Naval de La Habana.
El Barcaíztegui sirvió de transporte y escolta al Capitán General de la Isla, general Martínez Campos, y fue utilizado en varias importantes misiones contra los independentistas.
Precisamente su estructura sumergida se convirtió a partir de la década de 1950 en “pecio” (restos que evidencian un naufragio) escuela de la arqueología submarina cubana.
Los trabajos en aquella época comenzaron con un grupo de buzos cubanos, entre los que se encontraba Roberto Jiménez Yero, el primero en utilizar el acualung (botella de aire comprimido) en Cuba, Julio Valladares, Mario Costa, Miguel Ruano y Fausto Soler, entre otros.
Por desgracia comenzaron a golpe de dinamita para localizar una caja de caudales (descrita en documentos) que, al parecer, ya había sido rescatada en la época posterior al naufragio por los propios españoles.
No obstante, los tempranos trabajos arqueológicos sobre este pecio escuela, rindieron desde 1950 hasta el año 2001 a la arqueología en contextos sub acuáticos adecuada experiencia y una colección de piezas.
Luego del triunfo revolucionario de 1959 se creó en 1962 la Comisión Nacional de la Academia de Ciencias de Cuba; estableciéndose después, en 1967, el Instituto de Oceanología con un departamento de Investigaciones Subacuáticas.
Ya a partir de 1978, se retoman los trabajos en el pecio de forma más organizada y se estableció una estrategia adecuada a las condiciones del sitio. En el año 1979, se constituye la entidad Carisub S. A., fundada con varios miembros del desaparecido departamento, continuadora de los trabajos precedentes.
A mediados de 1980, se reanudan las excavaciones con largos e intensos periodos de trabajo.
El resultado de estas labores, es la creación de una extensa colección de piezas arqueológicas; favoreciendo así el estudio y conocimiento de un trozo de nuestra historia naval.
Las últimas campañas de trabajo en ese pecio fueron realizadas en el verano de 2001.
Yamilé Luguera González
Arqueóloga cubana, buzo especialista y colaboradora de Prensa Latina
Grupo espeleológico Ernesto Tabío Palma
Comité Espeleológico de Ciudad de La Habana
Fotos: archivos arqueológicos