Comunicación es más que palabras. Frases

Mi nombre es Ana María. Creo haber tenido siempre vocación de “comunicadora”, quizás no en el sentido más conocido de la palabra (asociada a profesiones como el periodismo, la publicidad, los medios) sino en su sentido más estricto por su etimología: poner en común, compartir.

Digo esto porque fui encargada desde pequeña de nuclear a los otros en nuestros juegos infantiles, así como luego fui consultora de asuntos sin importancia dentro del grupo de adolescencia y juventud, también mediadora de malentendidos entre amigos. He sido muchas veces escuchada en asuntos de cómo sortear conflictos laborales y sentimentales que nos va trayendo la vida y hasta algunos me han confesado tomarme como referencia para lograr sobrevivir sin perder la sonrisa, a pesar de todo. Quizás muchos de los que estén leyendo esto puedan sentirse también, en este sentido, comunicadores.

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A esta vocación le ayudó el profesionalizarme como psicóloga, el desempeñarme muchos años como docente (lo que sin dudas me permitió también profundizar en el conocimiento de la naturaleza humana) y el dedicarme en los últimos años al estudio de la comunicación interpersonal, porque todo ello reforzó mi manía de observar a las personas y disfrutar mucho de escucharlas.





Onelio García

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Pero tengo gran interés en compartir este espacio de hobbiesenred porque opino que lo que para mí es sentido de la vida, para otros puede ser una afición, una manera de satisfacer curiosidades, una búsqueda activa de elementos que puedan ayudarles a dar respuesta a estas pregunta que no pocos nos hacemos:

¿cómo puedo ser mejor persona? ¿cómo podría entenderme mejor con las personas, con mis hijos, o con mi pareja?

Dedicar un poco de nuestro valioso tiempo en reflexionar acerca de este entrañable misterio que es la comunicación con otros les aseguro que no es perderlo. Y es que las personas somos seres esencialmente sociales. Desde el momento mismo de nacer, entramos en una red de relaciones de la que ya no nos desprenderemos nunca.

¿Ha pensado usted el tiempo que dedica cada día a comunicarse con otros?
¿Cuántas de las 24 horas del día (descontando por supuesto las del sueño, aunque algunos hablan hasta dormidos) está usted fuera de una situación de comunicación?

Fuera del aprendizaje del lenguaje de las palabras propiamente dicho y su adecuado uso al hablar, al escribir, que nos proporciona primeramente la familia y básicamente la escuela (en el mejor de los casos), la manera en que nos podemos comunicar con otros, entendernos con otros, vincularnos a otros, casi nunca es objeto de atención, pocas veces es “enseñado”, hay pocos espacios en que se hablen acerca de eso.

La comunicación con otros es más que el lenguaje de las palabras. El lenguaje, el de las palabras y otros muchos más con los que nos comunicamos, (de los cuales iremos conversando en este espacio) es como el puente para un intercambio que va mas allá de los mensajes que compartimos cuando hablamos unos con otros. Y es que además de lo que nos decimos, establecemos una relación con el otro, un vínculo, que hace que esos mensajes, eso que nos decimos, llegue a ser importante o no, significativo o no, urgente o no, simpático o no, confiable o no, en función del tipo de relación que hayamos construido, a través de la comunicación, con el otro.

 

 

 

Pensamos más en lo que decimos que en con qué intención lo decimos, cómo lo decimos. Pensamos más en las palabras que en las relaciones que construimos con ellas. Al igual que sólo nos acordamos de que tenemos un estómago que siempre nos acompaña cuando algo nos ha caído mal y duele; o recordamos que nuestros pulmones están siempre trabajando para nosotros cuando alguna afección nos impide respirar a plenitud; así mismo sucede con las relaciones humanas. Dejan de ser transparentes, comienzan a visualizarse cuando empiezan a funcionar mal. Entonces nos damos cuenta de que alguien no confía en lo que decimos, por ejemplo, por más que argumentemos. Es que nuestro mensaje no ha sido acompañado de ese sentimiento de colaboración, de ayuda, de desinterés, de afecto, que es lo que determina una relación de confianza. No la hemos construido. No hemos hecho nada para que así sea, solo hemos dicho palabras. Las palabras son una herramienta poderosa, pero nuestras acciones deben también aportar a la magia de este poder.
¿Habían pensado en esto alguna vez? Sobre estos temas seguiremos intercambiando en lo adelante.

Anamaria

Dra. Ana María Fernández González
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